CRÓNICA EN LA CIUDAD DEL "PUES"

Crónica en la ciudad del “PUES”

Desde la distancia, hablaba de una ciudad pujante, de una ciudad con tintes de modernidad, solo hasta el punto en que puede llegar una ciudad ubicada en el tan mal llamado tercer mundo. Desde la distancia la veía grande, segura y fuerte. Algo completa, compleja y grande, toda una urbe, en donde influyen requisitos para ser una verdadera ciudad, la veía con cultura, con personas amables, pujantes, trabajadoras, sinceras.

Salí de la capital de la hormiga culona, pensando siempre en que todo puede ser mejor, agradecido por acogerme una ciudad de “arrechera”, de gente verraca, aunque pequeña, acogedora, con nuevos amigos de por vida, con ganas de volver, con respeto profundo por esa tierra en donde una vez los comuneros pusieron su pie de fuerza y decidieron ser autónomos, creo que esa “verraquera” santandereana, la tengo.

Cruzando algunas vías con ínfulas de autopistas, cruce dos departamento para llegar al nuevo territorio que me acogía, que desde la distancia tenía una percepción, y ahora que lo vivo en mi rol diario, tengo otra. Llegué a Medellín.

Su clima mágico, tan mágico que me ha hecho ponerle el sobre nombre de cielo roto, en donde no sé si es la eterna primavera, o el eterno invierno, me ha hecho entender que no me debo confiar en que tan fuerte esta el sol ni en lo que dicen los pronósticos del tiempo, simplemente, o me acostumbro a cargar una sombrilla o asumo las consecuentes de que en esta maravillosa ciudad en cualquier momento puede llover. Pero créanme, su clima si es mágico, creo que es el perfecto para vivir, tardes soleadas, noches frías que permite arroparse con una “colcha” caliente en cama, clima que me a permitido pasar buenos domingos en cama y sin bañarme, debajo de las cobijas, frente a mi pc, películas y un buen desayuno.

La urbe, hizo que me perdiera, montarme en un bus paisa era casi otra historia diferente, pendiente que no se me fuera pasar la estación de metro a la que iba, ahí es donde aparece el otro elemento de esta ciudad, su gente… gente especial que al foráneo no le permite perderse y por el contrario lo ubica y siempre, siempre habla de todo lo bueno que su ciudad ofrece. (Deberíamos los colombianos aprender a hablar bien de nuestro país, lo dejo en el aire).

Me pase dos cuadras, cuando unas señoras me pegaron un grito y me dijeron “joven, se debía bajar en la cuadra anterior!”, di las gracias, y ve abrí cupo entre toda la gente para bajarme. Sé que muchos han ido al sistema metro como turistas, pero como civil rasó la cosa se vuelve diferente, ahora entiendo porque sienten tanto orgullo por su Metro, ojalá y ese civismo se cultive en todas las ciudades del país con los sistemas de transporte masivo.

Llegar al otro lado de la ciudad, con apenas mil quinientos pesos en treinta minutos, es un milagro de la ingeniera moderna, de la conciencia de ciudad, y de la planeación urbanística de Medellín, y sí, con el sistema metro se puede hacer. Las horas pico se vuelve a veces olorosas, manoseadoras, y estresantes, lo bueno es que no sufro por huecos en las vías, ni por paradas cada vez que a alguien se le antoje bajarse en donde quiera, mi cabeza esta mas agradecida con el Metro, ya que si seguía así el “Inem, terminal” en el que me transportaba para ir a la “u” en Bucara, iba a ser el culpable de unos hematomas protuberantes luego de todos los golpes que me daba con el techo de la buseta.

La nueva cultura me agradaba, y me agrada, conocer las formas de pensar de las personas, sentir que soy un extraño y que debo ser tolerante porque aunque estoy en una tierra que es de todos, ahí unos propios que la han trabajado para el disfrute de todos, he logrado agregar nuevas palabras a mi léxico. Ya no discuto en que debo decir escala en vez de escalera, o que coca necesariamente no es la “mata que mata”, si no el portacomidas, y que el conjunto residencial es la unidad residencial para el paisa. Mi mamá ya no viene a comprar Chicles, si no Leguis y para ir a visitar a mi familia debo de coger el bus en “la terminal”. Parce… es que entiéndanme, eso se pega!

Todo varia, desde la cultura, el lenguaje, las formas de respeto y tolerancia, la música. Y es que les toco enseñarme a bailar champeta, porque no he podido entender como es el pase de “cogerle el maní a la suegra”, electrónica es en proporción a lo que en Barranca es el Vallenato, y el reggaetón se convierte en el eje de la Rumba, pero es que “pues”, con los y las paisas se rumbea bueno, además de que para acompañar el guaro (obviamente antioqueño), no solo dan naranja picada, si no también crispetas, mango y zanahoria, creativos!

Cabecera es a Bucaramanga, lo que la 33 es a Medellín, Palmas es a Bucaramanga, lo que Lleras es a Medellín, proporciones que los invito a conocer!

Parques, Bibliotecas, museos (que no están de lujo), sitios de verdadero esparcimiento, una vías para conducir, digamos, decentes, ciclo rutas, una vista de ciudad mucho más amplia, montañas y luces, me hacen decir estoy en Medellín, cada vez que abro mi ventana.

Mis líneas se quedan cortas para describir lo poco que he percibido de esta ciudad, lo último que se me ocurre decir es que lo que desde en la distancia percibía, no es nada comparado con lo que estoy viviendo, Vale la pena sentir y disfrutar de cada rincón que ofrece nuestra Colombia, por ahora seguiré disfrutando de esta gran esquina antioqueña, Medellín.

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